domingo, 15 de mayo de 2011

Tardes con "ganchillo"

Siempre me había hecho ilusión aprender a hacer ganchillo, pero no se porque pensaba que sería sumamente torpe (bueno, tiendo a pensar que todo me sale mal ¿te acuerdas?). Pero, cosas de la vida, justo antes de mi viaje a Roma una amiga me comentó que sabía hacer, así que pensé "¡esta es la mía!". Durante el viaje de vuelta intentó enseñarme, pero mis pronósticos se cumplieron: manos sudando, aguja resbalando, hilo transformado en un enredo vengativo...
Pero me dije: hasta aquí, ya vale de tirar la toalla, es algo sencillo, solo hay que coger práctica. Y finalmente  hoy me he animado a seguir intentándolo (ya hace bastante que me enseñaron, pero más vale tarde que nunca), y poco a poco he conseguido hacer un trocito de tela.
"Es algo sencillo", "solo hay que coger práctica", "poco a poco"... son frases poco habituales en mí, la chica impaciente, nerviosa, pesimista... lo de los nervios ¡tendré que vivir con ello! Pero la impaciencia se cura, y el afán de superación se cultiva. No hablo de orgullo o soberbia. Hablo de que podemos empezar una tarde a hacer ganchillo y acabar pensando: tal vez nunca me he detenido a observar cada detalle, examinar cada nudo de mi vida, a ver como poco a poco me he ido tejiendo... tal vez es hora de parar, ver lo que "he cosido", juzgarlo y pensar como quiero seguir tejiendo el resto de mi vida, intentar ser mejores con los demás. Todo por hacer ganchillo, por una ilusión tonta. Seguramente las abuelitas se reirían, porque ellas sabían coser desde bien niñas ¡y yo soy una manazas! Pero, en este mundo de prisas, de "máquinas de coser", debemos hacernos más delicados, más sensibles, más filósofos, más espirituales, dedicar tiempo y cariño a nuestros nudos. Sin los nudos que nos tejen, solo somos un solitario, delgado y frágil hilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario