jueves, 29 de septiembre de 2011

Des-cubriendo el cuerpo

El cuerpo humano es perfecto. Ya he mencionado en alguna ocasión la belleza del desnudo, que no usado impuramente irradia luz, es bueno. 
Muchos califican nuestro cuerpo como el "mecanismo" más perfecto, más preciso; pues cuanto más se van conociendo los secretos de nuestro organismo más nos sorprende esta obra maestra de la creación.
Dios nos hizo el plato fuerte, lo mejor, todo está pensado al milímetro. Nos maravillamos al ver unos ojos bonitos, una sonrisa, una piel suave, dos brazos fuertes, dos esculpidas piernas...nos seduce, nos atrae, pues es la perfección de la obra. 
Cuánto más impresiona conocer cada órgano ¡está todo pensado!, cada función, cada célula que a su vez está compuesta por pequeñitos elementos. Nada hay en el mundo más elaborado. 

A imagen y semejanza de Dios. El cuerpo humano, templo de nuestra alma, es sagrado. Debe ser amado, cuidado y respetado.

¡Cuanto dice el cuerpo humano! Un fuerte apretón de manos, un cariñoso abrazo, una mirada que acaricia, una sonrisa que provoca, la espalda que carga con el cansancio...
Y cada noche los cuerpos, perfectos, duermen, abandonados en Dios con la esperanza de despertar al día siguiente. Pues ellos son la obra de "el Jefe", y le pertenecen. Nos deja un cuerpo con la condición de tratarlo dignamente, quien no lo hace, le traiciona y se traiciona.
Maravilla abrir los ojos y contemplar como ordenamos a nuestro cuerpo que haga algo y él, sin más, obedece, como si fuéramos todopoderosos: camina, cierra la mano, agarra, haz fuerza...
Maravilla conocer lo que el ser humano es  y lo que es capaz de hacer. 
Fascina contemplar la precisión de todo lo creado: el árbol y la fotosíntesis; la flor, la abeja y el polen; los pájaros, su canción y sus nidos; los ciclos de la naturaleza; el poder del hombre...

Lo mejor, lo dejó Dios para el ser humano, para su cuerpo y su alma. A su imagen y semejanza, "y vio Dios que era bueno".  

domingo, 18 de septiembre de 2011

Matrimonio (van II) o Lo Grande de-l Ser Humano

Un ser capaz de amar. Eso es ser humano. Esa es la diferencia. Es el espíritu.
Por eso todo lo que hacemos tiene sus consecuencias, su por qué y para qué. Porque estamos llamados a la Infinidad. 

Toda la naturaleza sigue su curso. El león se junta con la leona y tienen leoncitos, el gato con la gata y tienen gatitos,  algunas células se reproducen por mitosis, y luego están especies tales como los tubérculos (unos insulsos). Todo ello ocurre por instinto, por una especie de programación. No hay espíritu, no hay alma, no existe "un algo especial". Una vez "cumplen su misión", si te he visto no me acuerdo. 

El ser humano no "se reproduce", no hace la danza del apareamiento, no se multiplica al  arrancarse un brazo. El ser humano ama, se entrega, se da el mismo al otro en libertad (no, no se regala, que es muy diferente). Se reserva y se guarda para otro ser humano igual y complementario a el, y cuando llega el momento adecuado tras el verdadero compromiso, le da a eso otro su cuerpo, su alma, su corazón, su ser...no simple carnaza, no es "gustirrinín", es la perfecta unión de dos espíritus a través de sus cuerpos. Dos espíritus llamados a la perfección, al infinito, llamados a estar juntos, el uno en el otro. 

Por ello también, existe una exclusividad. La persona humana que descubre su vocación matrimonial (no existe la vocación golfa, ya hablaremos de eso) no se regala (ahora si, se regala a otro ser que no es suyo ni es de él, se "roban" y profanan mutuamente). Lo que somos pertenece entera y únicamente a "nuestro complementario", igual que nosotros le pertenecemos y le complementamos Por ello es perfecta unión. Y es exclusivo siempre, porque solo hay un él/ella, y solo hay un yo. Insustituibles, inigualables, inimitables. Exclusivos, entregados, Amados. 
Ahí reside la humanidad, es lo grande (y lo más bello) de ser humano. 

martes, 6 de septiembre de 2011

La joven que observaba

Las noches de verano pasaban. Era una temporada alegre: todo el mundo reía, todo el mundo celebraba, todo eran cenas y fiestas, belleza y luz... todo el mundo. Y la joven que observaba no era todo el mundo. Ella simplemente se sentaba y se dejaba deslumbrar por las luces, los destellos de los vestidos de las mujeres, la música lejana. Se dejaba. Ella simplemente permanecía sentada, casi oculta. Era la espectadora.
Y todo iba pasando. Su vida iba pasando. Su tiempo se iba agotando.

Era frecuente escuchar comentarios al respecto. Unos apostaban porque simplemente era una chica aburrida, otros aseguraban que era su forma de llamar la atención porque no tenía nada más con que hacerlo, tal vez era una amargada. Unos pocos se prendaban de su auto-control, su silencio, su elegancia. Muchos otros la odiaban o la envidiaban sin saber muy bien el por qué. 
Incluso ella misma hacía conjeturas sobre sí misma. Tal vez había perdido la capacidad de pasarlo bien. Tal vez ya no era divertida. Tal vez, por dentro, era vieja.

Y allí permanecía. Mirando, observando. 
Tenía ganas de acabar con esa actitud, pero cuando salía, no se veía guapa, no era capaz de bailar, no podía pasarlo bien. 
Se quedaba sentada, al margen de todo el bullicio. Ella no era nadie. Pero para los demás, irónicamente, ella era el centro de atención. 

En el fondo, con ese "dejarse deslumbrar", era ella quien más disfrutaba. Y de pronto su cara brillaba más que las luces de la noche, su sonrisa era más alegre que la música. Ella era la esencia de la fiesta. Pero no lo sabía, y esa ingenuidad respecto su importancia la hacía aún más apasionante. Todo giraba entorno a ella, sin buscarlo. 
Sin embargo, ella soñaba con bailar, con reír a carcajadas, con brindar copas de cava hasta perder el sentido, un grupo de amigas que la admiraran, galanes que la cortejaran. Soñaba con lo que creía que hacía felices a los demás.... 

...lo que hacía felices a los demás era ella misma. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

La muerte se indigna

Derecho a una muerte digna...vaya. ¿Qué es una muerte digna? Se supone que es no morir en un estado de completa dependencia, ser consciente de que tu hora ha llegado. Claro, hay que enterarse bien cuando uno mismo se muere, no sea que algo no salga tal y como se quería y haya que repetirlo. 
Pero, pensando en todo este lío de la eutanasia, he comenzado a divagar, y me he metido un diversas situaciones hipotéticas

Supongamos que salimos a la calle, y en ese histórico momento aparece un camión sin frenos y nos aplasta. Vaya, creo que no habríamos muerto "dignamente". La gente diría "un trágico accidente", pero...¿fuimos dignos en el momento de ser atropellados? No pasa nada, algunos de nuestros parientes pedirían una indemnización, económica y judicial por nuestra prolongada ausencia, tasando así nuestro valor vital. 
Imaginemos ahora que, a cualquier edad, caemos gravemente enfermos, y luchamos, y nos aferramos a la vida, y no nos rendimos, y sonreímos...llegamos a nuestros últimos días, casi ausentes, la gente que nos quiere nos mira impotente, se despide. Morimos, ¿con o sin dignidad? 
Ahora, imagina que no puedes moverte... ¿te dejarías ganar pidiendo la muerte? ¿Serías tan cobarde?
Estás en una cama; con suerte, lo único que haces es pensar. Un día alguien manifiesta el estorbo que eres, nada más que una fuente de gastos. Decide quitarte de en medio, porque no vales nada. Ha decidido matarte. 
Y si ahora me da un infarto ¿he muerto dignamente?

Vaya, parece ser que la llamada "muerte digna" es un suicidio o un asesinato premeditado. Eso es morir dignamente. Si no es así, simplemente te has muerto y te falta glamour funesto. 

A todos nos llega esa hora, más o menos esperada. Pero no debemos elegir el momento de morir, no tenemos derecho a eso, porque en realidad nuestra propia vida no nos pertenece solo a nosotros. 
No escogemos el momento ni las circunstancias de nuestra muerte. No nos recordaran por cómo nos fuimos (y si fuera así, que triste). Lo importante no es la muerte, es cómo nos enfrentamos (si se da el caso) a ella. Y más aún lo que aguarde tras ella. 
Y sobre todo, lo más importante, no es morir, es vivir ¡eso es lo que se hace con dignidad! Existe el derecho a la vida, y yo exijo el derecho no solo a una vida digna, si no a la dignidad de vivir.
Exijo el deber de todos de recordar que la vida es lo más grande que existe, a que es cada día el que marca lo que somos, si somos dignos o no. 
No quiero que cuando llegue mi "hasta luego" la gente diga que no merecía vivir. No quiero una "muerte digna", quiero una vida con un montón de buenos atributos, que no dependa de una ley cruel, basada en un término falso que auto-engaña: muerte digna

Repito, no elegimos que muerte tener, sino qué vida llevar.
¿Cómo inventar la "muerte digna" cuando a veces ni se alcanza la dignidad de vivir?

Además, si nos auto-matamos, la parca se queda en paro y ya es lo que le falta a este país. La muerte se indigna, y acampa en hospitales que antes salvaban vidas. Eran otros tiempos, cuando la vida era el mayor bien del ser humano.