lunes, 9 de enero de 2012

Después de la fiesta


Acaban las fiestas navideñas. Las luces decorativas de las calles se apagan. Los niños vuelven al colegio. 
La locura navideña termina, dando paso a la normalidad. Nos queda esa resaca agridulce típica de este tipo de fiestas, esa mezcla de alivio (porque ya no aguantábamos tanto tute) y nostalgia: las reuniones, las luces, la música...

Doy gracias porque, pese a lo mal que se presentaban estas fiestas, recibí in un gran reglado de Navidad que las cambiaron por completo y han resultado ser las mejores que he vivido hasta el momento. Pienso, en que hacía mucho que no disfrutaba tanto de la compañía de mi familia; en lo que me preocupaba el que recuerdos de otras cosas agriaran mi Navidad y en el remedio que se puso para mi sorpresa. 
Nochevieja, una noche que para mi no suele presentar ningún tipo de encanto especial, giró por completo esta vez dejando un recuerdo literalmente dulce. Confío que sea un anuncio de lo que viene.
El día de Reyes me trajo despedidas, de gente que no se cuando volveré a ver (rezo para que sea pronto). Ahí comenzó lo amargo, a la vez que los recuerdos felices.

Así que he aprendido a ser optimista, y supongo que ese es mi propósito para este 2012: vivir con ilusión, trabajar duro por lo que realmente siempre he querido, por lo que soy, aunque a algunos no les guste. 
Ahora, con la rutina, es cuando comienza el año de verdad, pues vivimos en el día a día. Este 2012 empieza bien, me gusta. Ahora, a trabajar por lo que vale la pena, a defender lo que somos y sentirnos orgullosos, buscar la manera de explotar nuestro potencial, sea el que sea. 

¡FELIZ 2012 Y FELIZ TU MISMO!

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