jueves, 5 de mayo de 2011

Recuerdos con zapatos

Es curioso, cuando echamos la vista atrás, lo que somos capaces de recordar. No solo determinados momentos, más o menos relevantes; muchas veces recordamos algún aroma (perfume, tabaco, mezclas...), determinados tactos, sentimientos... y sobre todo, gestos, sonrisas, miradas...las miradas se quedan clavadas en la memoria.
Sin embargo, algo que me ha llamado la atención es, ya no recordar detalles irrelevantes, sino que me he dado cuenta de que suelo recordar (como muchas personas) los zapatos que llevaba alguien en un momento determinado, hasta al punto de recordar todo un día por ver en algún lugar unos zapatos parecidos a los que llevaba el autor de mi lejano recuerdo.
El caso que más rápidamente viene a mi memoria es el de una mañana de invierno. Durante la noche había estado lloviendo, pero al amanecer despejó, y quedó un claro y soleado día. Quedé para dar un paseo por algún jardín. Sobre el césped brillaban aún pequeñas gotitas, que con el brillo del sol despedían pequeños destellos. No se por qué me detuve a mirarlo, y a caminar encima de la alfombra verde. Hice un comentario, y mi compañero comenzó a reírse, pero pronto me di cuenta de que opinaba, igual que yo, que esas cositas pequeñitas eran muy bonitas. Él también comenzó a caminar sobre el césped, pero además tratando de mojarme con el agua que quedaba en los árboles, así que comenzamos a corretear y a jugar como inocentes niños. Pronto nos dimos cuenta de que sus zapatos estaban empapados, yo reía mientras mi compañero me explicaba que se trataban de unos zapatos especiales que no se mojaban...  Recuerdo esos zapatos, los mismos que otro día, en el mismo jardín, tumbados sobre el césped, él dibujaría en una pequeña y gruesa lámina con ayuda de un carboncillo. Dibujaba al estilo de Van Gogh, mi tercer artista preferido. También dibujó una noche en una de las plazas que solíamos frecuentar, alegrando con tizas de colores la  acera. 
Con eso veo que, recordando unos aburridos zapatos marrones, comienzo también a rememorar con todo detalle su forma de ver la vida, sus trabajadoras manos, su risa, su alegría, sus expresivos dibujos, sus escritos...él si que era un artista. Pero lo malo llegó con la primavera, cuando el sol seca rápidamente el rastro de la lluvia y el rocío se evapora temprano... y así, mi artista preferido se fue sin hacer ruido, sin decir nada, pero con los mismos zapatos que llevaba cuando llegó, y durante el tiempo que me hizo feliz.
Me gustan esos zapatos. 

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