martes, 6 de septiembre de 2011

La joven que observaba

Las noches de verano pasaban. Era una temporada alegre: todo el mundo reía, todo el mundo celebraba, todo eran cenas y fiestas, belleza y luz... todo el mundo. Y la joven que observaba no era todo el mundo. Ella simplemente se sentaba y se dejaba deslumbrar por las luces, los destellos de los vestidos de las mujeres, la música lejana. Se dejaba. Ella simplemente permanecía sentada, casi oculta. Era la espectadora.
Y todo iba pasando. Su vida iba pasando. Su tiempo se iba agotando.

Era frecuente escuchar comentarios al respecto. Unos apostaban porque simplemente era una chica aburrida, otros aseguraban que era su forma de llamar la atención porque no tenía nada más con que hacerlo, tal vez era una amargada. Unos pocos se prendaban de su auto-control, su silencio, su elegancia. Muchos otros la odiaban o la envidiaban sin saber muy bien el por qué. 
Incluso ella misma hacía conjeturas sobre sí misma. Tal vez había perdido la capacidad de pasarlo bien. Tal vez ya no era divertida. Tal vez, por dentro, era vieja.

Y allí permanecía. Mirando, observando. 
Tenía ganas de acabar con esa actitud, pero cuando salía, no se veía guapa, no era capaz de bailar, no podía pasarlo bien. 
Se quedaba sentada, al margen de todo el bullicio. Ella no era nadie. Pero para los demás, irónicamente, ella era el centro de atención. 

En el fondo, con ese "dejarse deslumbrar", era ella quien más disfrutaba. Y de pronto su cara brillaba más que las luces de la noche, su sonrisa era más alegre que la música. Ella era la esencia de la fiesta. Pero no lo sabía, y esa ingenuidad respecto su importancia la hacía aún más apasionante. Todo giraba entorno a ella, sin buscarlo. 
Sin embargo, ella soñaba con bailar, con reír a carcajadas, con brindar copas de cava hasta perder el sentido, un grupo de amigas que la admiraran, galanes que la cortejaran. Soñaba con lo que creía que hacía felices a los demás.... 

...lo que hacía felices a los demás era ella misma. 

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