lunes, 4 de julio de 2011

La casa de mis sueños


Se abre el enorme portón metálico. Aparece mi viejo amigo, con su barba blanca, su ropa desteñida y su sonrisa brillante. Le persigue un perro, es muy grande y peludo, más bien feo, pero encantador. Viven solos. 

La casa, entre estrechas calles de una antigua urbanización de montaña, es prestada. Tiene un enorme y abandonado  jardín, una piscina vacía y sin color, un tendedero roto... 
La entrada a la casa tiene un porche, lugar límite de los dominios del perro, que tiene denegado el acceso al pequeño edifico. Las ventanas tienen rejas, la mayoría desteñidas, muchas rotas por el óxido...las persianas varían de un azul que en su mejor momento era intenso, a un verde pálido y triste. 

El panorama en el interior no mejora: las cortinas están medio caídas, y para colmo de males son horribles, en muchas habitaciones ni siquiera combinan. Hay un gran salón muy acogedor, un comedor con dos mesas y una pequeña cocina que rebosa encanto. En general, hay un controlado desorden 
En el piso de arriba solo hay dormitorios y baños, y un tendedero desde que el perro se obsesionó por "recoger" la ropa del de fuera. Mi amigo apenas sube, su dormitorio está abajo. Nosotros también permanecemos abajo. 
De la cocina nos llega un agradable olor a paella ¡qué pinta tiene! ¡y con el hambre que tenemos! Y eso que mi amigo no es de la tierra. Además es soltero, pero no falta de nada: ha preparado ensalada, comprado bebidas, aperitivo...todo un anfitrión. 
La casa se inunda de ternura. 
En el  comedor hay varios cuadros, pero nos fijamos en el plano de metro plastificado sobre la puerta ¡qué simpático! Y automáticamente miramos al lado, pues hay un pequeño dibujo de la Última Cena coloreado a lápiz y con un marco hecho de cartulinas. Mi amigo, muy orgulloso, dice: "¡lo pinté yo mismo!" Acto seguido se pone a hablar de política y economía. 
Nos asomamos a su dormitorio, me encanta conocer este trocito de las casas, dice tanto de su ocupante... esta está llena de breves textos plastificados, estampas, libros, lápices, libretas... ¡qué bueno es eso!

Al observar las paredes de la casa, nos damos cuenta de que es un lienzo en blanco, tiene muchas posibilidades. Pero, al final del día, nos gusta tal y como es ahora: vieja, desfasada, desastrada...con los dos solterones tan bonachones...
Es una atmósfera muy especial ¡es tan sencilla! 

Ya nos tenemos que ir, ha parado la tormenta. Aprovechamos para mirar bien el jardín, pues hay un pequeño trozo cuidado: tiene una magnífica parra, un algarrobo, una palmera, un sendero de piedras, alguna que otra flor... y una pequeña imagen de la Virgen resguardada en un rincón.
¡Nos da tanta pena irnos! No pasa nada, volveremos muy pronto, siempre y que la casa permanezca tal y como está. Pues, pese a su abandono material, la casa reluce espíritu, alma, recuerdos, sensibilidad...y la intimidad de mi viejo amigo, que ahora tiene un perro que se parece a él.  Ahí hay vida, hay hogar, y hasta una singular familia. La casa, es preciosa. 

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