martes, 28 de junio de 2011

Alma en la habitación

Decide venderse. Esconde su alma. Cansado. Desilusionado. ¿Por qué? ¿De qué?
Su infancia, entre algodones y favoritismos, llegó a un abismo. Sencillamente, el niño creció un poco, hizo unos planes que, como los de casi todo el mundo, se vinieron abajo. El joven, se dio de bruces con la cruda realidad y, para desgracia de él, se convirtió en el "desengaño" y la "decepción" de los de su alrededor. Fue entonces cuando comenzó la caída. 

Cuando el muchacho se hizo hombre, o al menos lo intentaba, comenzó a tener un carácter muy diferente al de los demás. Fue todo un disgusto: al joven no le gustaban las tonterías, resultaba ser que le apasionaba la vida, y le dio por estudiar sobre la verdad ¡infeliz! Pues toda su entorno era mentira. Solo él era puro, verdadero, transparente. Y le tacharon, le censuraron. Comenzaron a destrozarle, a matar su verdadero ser. Y así comenzó a rendirse, a dedicarse a algo pobre para él. De vez en cuando había chispazos de verdad que deseaban ser incendio, pero pronto eran sofocados, de la forma más dura, cruel y rastrera. 
El objetivo: que el hombrecito hiciera lo que esperaban de él los mediocres, que le temían, pues corrían el riesgo de que destapara todo aquel montaje que había sido su vida ¡y él no podía ser mejor que ellos!. De ninguna manera, bajo ningún concepto debía hacer aquello para lo que realmente valía, cayera quien cayera.
Y poco a poco aquella promesa de la verdad va cayendo en un pozo, se encierra en sí mismo, comienza la auténtica locura: autoengañarse, jugar a ser quien no eres, sabiendo perfectamente lo que es tu vida, pero vendiéndola por cuatro cumplidos de gente que se cree superior.  Y todo su mundo queda encerrado en su habitación, delirante de ideas y pensamientos perfectos. Todo ahí es diferente, todo ahí es mejor, todo ahí rebosa su verdadero ser.

¡Pobrecito! Lo vemos encerrado, deambulando en su cabeza, luchando en su corazón.
Y se pregunta "¿por qué no tengo ilusión? ¿por qué nada me motiva?" La respuesta, escondida: el que no se reconoce a sí mismo y se teme, el que guarda su alma bajo sacos de abono, el que no tiene valor, es incapaz de amar su vida, no  puede ilusionarse, no puede ser feliz ¡es imposible! porque todo está en su alma, su verdadero ser, de manera que cuando encerró su alma, encerró todo, menos su cuerpo y sus engaños.

Pero... cuando los chispazos de verdad vuelven centellenado en la más profunda oscuridad, a él se le escapa una auténtica y traviesa sonrisa. Pues ellos saben que todo sigue ahí, encerrado en su habitación, en una locura sensata. No, esto no ha acabado aquí.

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